MERDRE!!!! Arrabal, el sátrapa trascendente



(Publicado en la revista "Filosofía Hoy")

¡Merdre! Sátrapa trascendente. ¡Qué engañados nos teníais! Hoy la ciencia nos dice que lo frecuente y lo excepcional nada tienen que ver con la verdad y la mentira. Que el absurdo no es lo ilógico sino una lógica excepcional. Resulta que, después de tantas discusiones, podemos decir que es la 'pata-modernidad lo que ha venido tras la Era Moderna, de la misma forma que es la 'patafísica lo que hay más allá, todavía, de la metafísica.

La 'patafísica es la ciencia de lo particular, de las excepciones. De la misma manera que la ciencia del siglo XX se desposeyó de las reglas generales y de las certidumbres. Y, desde ese punto de vista, lo frecuente, lo que consideramos normal, sería la excepción de la excepción. Y así podemos entender al soldado Zapo cuando dice “– Pero papaítos, ¿cómo os habéis atrevido a venir hasta aquí con lo peligroso que es? Idos inmediatamente”; y a su madre cuando responde: “–Hemos pensado que te aburrirías, por eso te hemos venido a ver. Tanta guerra te tiene que aburrir”. Arrabal tenía veinte años cuando escribió “Picnic”. Era el año 52 y la guerra era un recuerdo reciente en toda Europa, la realidad, la verdad, lo frecuente. El soldado Zapo (que reza “padrenuestros” cuando dispara), su padre, su madre y el enemigo Zepo (que dispara con “avemarías”) se disponen a pasar una jornada de comida campestre en el campo de batalla. La excepción de la excepción, el absurdo. Pero, ¿qué es más absurdo: una comida campestre, o la guerra?. “Eso es lo agradable de salir los domingos al campo. Siempre se encuentra gente simpática. Y usted, ¿por qué es el enemigo?”.

Dice el tópico que Fernando Arrabal es un autor incomprendido en España mientras goza del reconocimiento universal como uno de los máximos exponentes de la vanguardia del siglo XX. ¿Vanguardia? Como decía Baudelaire, y se encargaría de recordar Arrabal, vanguardia es un término militar. Y en España se puede llegar a cuestionar el sentimiento de culpa, pero nada se puede contra el sentido del ridículo. Parece que nunca se perdonará a Arrabal, aquel que fue considerado por el franquismo entre sus cinco principales enemigos (junto a Carrillo, Pasionaria, Lister y El Campesino), una intervención “pánica” y un poco etílica sobre el milenarismo en un programa de televisión de Sánchez Dragó, cuando abandonó el plató para ir a mear.

Hoy podemos leer a Arrabal cuando ya sabemos lo que son los fractales, los atractores, la matemática de motivos, la física cuántica y la teoría del caos, pero sin olvidar que una buena parte de su obra fue escrita antes de que físicos, matemático y filósofos pusieran en duda la veracidad del conocimiento universal que cimentó la Era Moderna. Por eso forma parte del grupo de artistas que, como Alfred Jarry, Samuel Beckett, Kafka, y hasta Niestzche, se adelantaron al declive de la modernidad. Y a pesar de eso, es probable que si escribimos Arrabal en Youtube aparezcan decenas de entradas con el vídeo del milenarismo.

Fernando Arrabal Terán nació en Melilla en 1932 e hizo carne el absurdo de la España tragicómica: fue hijo de un republicano y una burguesa que defendió la causa franquista. Tras la Guerra Civil, su padre, recluido en un psiquiátrico tras habérsele conmutado una pena de muerte y haber estado en cárceles del bando nacional desde el primer día de la contienda, fue despojado hasta de la dignidad de morir. Sus huellas fueron borradas, como su historia, por una copiosa nevada junto al Hospital de Burgos, de donde escapó en pijama en 1942, un día después de los Santos Inocentes. Nada más se supo.

Años más tarde, Arrabal se atrevería a preguntarle al mismísimo Franco, aunque con otras palabras, “y usted, ¿por qué es el enemigo?”. Fue al escribir su célebre carta, publicada en vida del dictador: “sin el más mínimo odio o rencor he de decirle que es usted el hombre que más daño me ha causado”. El escritor imaginaba al dictador “rodeado de palomas sin patas, de guirnaldas negras, de sueños que rechinan la sangre y la muerte” y por un “mundo de represión, cárcel, buenos y malos” (Fernando Arrabal. “Carta al general Franco”. Augur Libros. Madrid 2008). Clamaba Arrabal por la excepción en esa regla general.

Fue Franco y la locura que instauró en España quien dejó a Arrabal sin su padre, sin su patria y sin el instinto filial de amar a la madre. Efectivamente, mucho daño.

A ti y a mi
La guerra civil,
Madrastra historia,
Nos infligió este martirio chino.
A punto estuvimos de devorarnos
.”
(Fernando Arrabal. “Carta de Amor (como un suplicio chino)”. 2002).
 
El suplicio chino comenzó cuando el joven Arrabal descubrió unos documentos de su madre en los que las fotografías del padre aparecían con la cabeza cortada. La acusó de haberle denunciado. España y la madre fueron objeto de un oscuro sentimiento sadomasoquista. En “Los dos verdugos”, la madre dice: “–Le echaré sal y vinagre sobre las heridas para impedir que se infecten. Un poco de vinagre y sal sobre las heridas le irá de perlas. (Con entusiasmo histérico). ¡Un poco de sal y vinagre! Sólo un poquito en cada herida.” (Fernando Arrabal. “Los dos Verdugos”. 1956). Y, en el “Soneto de Amor y Odio a España I”, publicado en la revista “Archione”, dice:

Te recuerdo cruel y misteriosa
me alboroto pensando en tus mamones
la más guapa entre todas las naciones
eres bella y con ojos de viciosa.
Al pegarme te vuelves más hermosa
con tus azotes y tus mojicones,
rompiéndome la crisma a bofetones
mi niñez la forjaste dolorosa
”.
 
En varias entrevistas, Arrabal reconocería que la educación recibida de su madre incluyó dolorosas palizas.

Si buscamos “Arrabal” en la Enciclopedia Británica comprobamos que es presentado como escritor de teatro del absurdo, novelista y director de cine francés, nacido en España. Fue Francia quien le adoptó cuando, enfermo de tuberculosis, inició un exilio voluntario que luego se convertiría en forzoso. Se casó con Luce Moreau, que cubrió con creces el vacío que pudo dejar la convulsa relación con la madre. Con ella vive un amor sincero, apasionado, igualitario, hermoso, respetuoso. Una línea amarilla en su piso de París delimita sus intimidades. En el 70 cumpleaños de Arrabal, Luce escribe: “Quiero agradecerte, Fernando, el haberme hecho vivir alejada de toda mediocridad” (Luce Moreau en www.arrabal.org). Francia y Lis (Luce), la patria y la madre; nación y amor.


"Me cago en Dios, en la patria y en todo lo demás"

El exilio voluntario que comenzó en Francia en 1955, poco después de conocer a Luce, se volvió forzoso en 1967, cuando “pusieron esposas a las flores”. Ese año, el artista fue invitado a firmar ejemplares de su libro “Arrabal celebrando la ceremonia de la confusión” en Galerías Preciado. Un joven se le acercó para pedirle que le hiciera una dedicatoria pánica. Arrabal escribió: “Me cago en Dios, en la patria y todo lo demás”. Aquello le valió un billete de entrada para un mes en Carabanchel, que no fue a más gracias a la intervención de algunos de los artistas más destacados del momento, como Artur Miller o François Mauriac, promovidos por Eugène Ionesco. Hasta Samuel Beckett, el esquivo pajarraco alérgico a las intervenciones públicas escribió una carta con la esperanza de que “llegue al conocimiento de la Corte y haga que ésta sirva para dar a conocer el excepcional valor humano y artístico de aquel a quien se va a juzgar”. El autor de “Esperando a Godot” advierte en la misiva que “van a juzgar a un escritor español que, en el breve espacio de diez años, se ha elevado al primer rango de los dramaturgos de hoy, y eso gracia a la fuerza de un talento profundamente español”.

Merdre. ¿Qué tiene este hombre para ser admirado y, sobre todo, querido, por algunos de los principales genios de su tiempo? Beckett, Ionesco, Cela, Aleixandre, Goytisolo, Kundera, Dalí, Tzara, Duchamp, Man Ray, Borges, Milos Forman, Warhol, Breton, Ernst, Houellebecq... Patafísicos, surrealistas o jugadores de ajedrez. Arrabal asegura, y debemos creerle, que nunca ha buscado provocar. ¿Quién, sino un ingenuo libre de cualquier remordimiento, se habría atrevido a firmar aquella dedicatoria?

 
Genio ingenuo, lúdico impúdico

Ese genio ingenuo, tímido y humilde es lo que atrae de Arrabal. Y es también eso lo que lo ha conservado libre de las ataduras de las masas que, como en España, siguen considerándolo un lunático. Arrabal no hace sombra a nadie, ni siquiera a sí mismo, y reconoce sin pudor que se considera “inferior” a sus obras artísticas y literarias.

En noviembre de 1999, Arrabal pronuncia una conferencia en Estocolmo sobre “El lenguaje del genio” y exclama: “¡Existe el genio! el genio de saberlo todo como el ingenioso y el genio del ingenuo que sólo sabe que nada sabe. ¡Existe el genio, y tan difícil! de la ingeniería como el del ingenioso y el genio ¡tan fácil! de la inocencia como el del ingenuo”. (Arrabal. 1999)

Es así, jugador y juguetón. Con los números, las piezas del ajedrez, las situaciones y las palabras. El “divino Dalí”, que así se presentó por teléfono, lo invitó en una ocasión a visitarle en el hotel de París donde se encontraba. Y Arrabal apareció encadenado a un grupo de chicas estudiantes maoístas. En la Semana Cultural Internacional de la CNT de 1983 pidió a los asistentes que rezaran para que España volviera “a ser la de Santa Teresa, San Juan de la Cruz y el Quijote”. De esta forma, tal vez, los anarquistas podrían compartir con él el privilegio de que se les apareciera la Virgen María.

Los personajes de sus obras articulan como niños discursos depravados o escatológicos. La sintaxis pasa a un segundo plano si se trata de jugar con las palabras, se desvanece el lenguaje verbal hasta casi desaparecer, pero permanecen los cuerpos expresivos de los actores y de la escenografía. Por eso es el teatro el arte sublime para Arrabal en el que se concentran la literatura, el arte visual, la filosofía, la historia... Con el teatro, Arrabal juega a ser Dios: “en verdad el genio es un humano tan ingenuo que sueña con ser Dios ¡y a menudo lo consigue!”. (Arrabal 1999).

La trascendencia lúdica más allá del juego de palabras, el sentido del humor y la ingenua paradoja, es lo que hace a Arrabal diferente y difícil de adscribir a una corriente. Los críticos suelen hablar de dos periodos en su producción teatral: el “absurdo arrabaliano”, que podemos relacionar con la obra del patafísico Jarry y con Beckett, surrealismo y absurdo; y el periodo “pánico”, a partir de 1963. Para un lector es difícil hacer esta distinción ya que la obra de Arrabal evoluciona de una forma muy coherente. El Pánico es una definición bajo la que se amparan Arrabal, Jodorowsky, Stenberg y Topor “presidida por la confusión, el humor, el terror, el azar y la euforia” (Arrabal. “El Hombre Pánico” (conferencia). Sidney. 1963).

Pero Arrabal, además de un genial autor teatral, exhibe también ese genio para la poesía, la narrativa, el cine e incluso para la pintura. Sin salirse de su biografía, o de la biografía de aquellos que le rodean, este autor ha construido una obra inmensa. Por su bien, esperemos que tarde todavía mucho en ser reconocida y valorada con justicia. Porque todavía está vivo.


“Sátrapa trascendente” y caballero de la Legión de Honor

A lo largo de su vida, Arrabal ha recibido cerca de 80 premios y galardones. Entre ellos se encuentran las más altas distinciones mundiales de teatro, así como reconocimientos a su narrativa, poesía, ensayo, cine, interpretación... Esta decoración de medallas que, según bromea, le hace parecer “un árbol de navidad”, comenzó cuando era un niño de diez años y recibió el “Premio Nacional de Superdotado”.

Además del Gran Premio del Teatro de Francia (1965), del Premio Nacional de las Letras de España (2000) o del Premio Nacional de Teatro (2001), Arrabal es caballero por partida doble. En 1983 fue investido caballero de las Artes y las Letras en Francia y, desde 2005 es caballero de la Legión de Honor, la más importante condecoración que se puede recibir en aquel país. ¡Viva la suerte!

Pero a Fernando Arrabal le gusta especialmente presumir de su nombramiento, en 2000, como “sátrapa trascendente” por el Colegio de 'Patafísica, una dignidad compartida con artistas como Boris Vian, Ionesco, Miró, Jean Genet o Humberto Eco.

El Colegio de 'Patafísica fue creado en 1948 por seguidores de la obra de Alfred Jarry “Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico”. Para Jarry, la 'patafísica es la “ciencia que regula las excepciones” y de las “soluciones imaginarias”. Los miembros de los diferentes colegios que se han creado alrededor del mundo utilizan un calendario propio, que empieza el primero de Absolu, fecha de nacimiento de Jarry (8 de septiembre) y cuyos meses reciben nombres estrambóticos, como Haha, Palotín, Merdre... Tiene su propio santoral, como el día de Penis Angelicus, San Dadá profeta, San Gle neurólogo alienista, San Lewis Carrol profesor...

En esta locura participan y han participado artistas como Boris Vian, que fue responsable de la “Subcomisión de soluciones imaginarias”; Marcel Duchamp, Joan Miró, Darío Fo, Humberto Eco y el propio Arrabal.

Obra total
En el siglo XX, sobre todo en la primera mitad, muchos autores se obsesionaron con la idea de escribir una “obra total”, definitiva, generalmente en forma de novela, como “En busca del tiempo perdido” de Proust o “Ulises” de Joyce. Es esta obsesión parte del argumento de los “trópicos” de Henry Miller. En 2010, estando en Valencia, Arrabal anunció que llevaba diez años trabajando en una novela a la que se refirió como el “Libro Total”, “una especie de Biblia”.

Pero lo cierto es que, a lo largo de su vida de escritor, la suma de las obras de Arrabal, por su coherencia y su carácter autobiográfico, está muy cerca de alcanzar ese carácter. Desde su primer teatro, con obras como “Picnic”, “El Triciclo”, “Fando y Lis”, “Guernica” o “Los dos verdugos”, hasta obras posteriores, como “El arquitecto y el emperador de Asiria”, “El Cementerio de Automóviles” o “Carta de Amor (como un suplicio chino)”.

Arrabal ha escrito también más de una docena de novelas, como “Baal Babilonia”, “La torre herida por el rayo”, “La virgen roja”, “La hija de King Kong”, “Pateando paraísos”... Ha publicado varias colecciones de poesías, libros en colaboración con otros artistas, ha dirigido cine (“Viva la muerte”, “El árbol de Guernica”...) , escrito libretos para ópera, ensayos, libros de ajedrez, ha pintado... En definitiva, una obra total.

Por Alberto Alonso

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