La seducción del caos (IV)

Decir que la sociedad tiene forma de red no es un planteamiento ideológico, sino la constatación de una realidad. El término “caótico” no tiene una consideración ética o moral y no puede ser calificado en términos de bondad o maldad, de conveniencia o inconveniencia.

A algunos dogmáticos, el uso de la Teoría del Caos en la revisión del marxismo les parece inconveniente. El esquema de planificación e intervención del Estado que siguen defendiendo no se puede justificar desde una interpretación de la sociedad a partir de la Teoría del Caos. No hay lugar para la creatividad o para la espontaneidad y, sobre todo, en su esquema de organización sigue siendo necesaria la jerarquía, la verticalidad, que dificulta, por no decir que imposibilita, la retroalimentación y la participación.

Esta postura suele basarse en la obra “Imposturas intelectuales” de Alan Sokal y Jean Bricmont. Se trata de una crítica general al “abuso reiterado de conceptos y términos procedentes de las ciencias físico-matemáticas”. El capítulo dedicado a la teoría del caos intenta “desmontar” principalmente el pensamiento de Jean-François Lyotard, autor de “La condición postmoderna. Informe sobre el saber”, punto de partida de una de las  principales corrientes de pensamiento en la segunda mitad del siglo XX. Curiosamente, Lyotard, junto con otros autores como Gilles Lypovetsky o Cornelius Castioradis formaron parte del grupo “Socialismo o barbarie”, llamado así en honor de la célebre expresión de Rosa Luxemburgo.

La vanidad científica de Sokal y Bricmont choca no sólo con la lógica, sino también con la historia. Sin necesidad de remontarnos a las cosmogonías griegas o judeocristianas y sus mitos, el Renacimiento marca el inicio de la epistemología como teoría del conocimiento científico. La hermenéutica, ya en el siglo XX, señala la dualidad entre las ciencias de la naturaleza (que requieren de una explicación) y las ciencias del espíritu (que requieren de una interpretación). Sin embargo, la teoría del caos difumina la linea que separa la explicación de la interpretación: más que explicar las improbables certezas interpreta las incertidumbres y probabilidades. Científicos como Henri Poincaré, Hendritz Lorentz y el propio Einstein, como padres de la relatividad; Erwin Schrödinger y su paradoja del gato cuántico, e incluso Edward Lorenz, con su efecto mariposa, han transitado sobre esa línea difusa que nos ha abierto las puertas a la incertidumbre y a la estadística.

La teoría del caos es tanto epistemología como metafísica, una nueva interpretación de los sistemas, ya sean matemáticos, físicos, biológicos, económicos, sociológicos o políticos.

Hay ejemplos de todo tipo de sistemas caóticos: la meteorología, las redes sociales, los fractales, los mercados financieros, la física de partículas, la evolución de las especies, el comportamiento del Universo... Las aplicaciones de la Teoría del Caos son infinitas: Desde catastróficas como la organización del terrorismo islamista en la forma de la red Al Qaeda hasta sistemas de justicia, intercambio y “compartición” como los esquemas “peer to peer” de internet; desde la bolsa de valores hasta la democracia participativa; desde la neurología hasta el arte; desde las predicciones meteorológicas hasta la aplicación de fractales a la interpolación de imágenes.

Este último caso resulta muy interesante y curioso por cuanto es capaz de “inventar” la realidad a partir de una información limitada. Uno de los principales problemas de la fotografía digital (y también de la analógica) es la limitación de información contenida, que generalmente se expresa en puntos por pulgada. La información que tenemos de la realidad está siempre limitada a la cantidad de puntos que hayamos podido “capturar” y que pueden ser reproducidos en una unidad de superficie. Cualquier intento de ampliar la fotografía más allá de su resolución (puntos o píxeles por pulgada o por centímetro cuadrado) requiere de una interpretación de cómo sería esa imagen en el caso de que dispusiéramos de más información. Es lo que se denomina interpolación. La forma más sencilla es la interpolación lineal, a partir de los píxeles próximos, que en el caso de la fotografía nos ofrece resultados muy pobres. Luego hay toda una serie de algoritmos como la interpolación bilineal o bicúbica (que utiliza Photoshop). Pero el software con el que posiblemente se obtienen mejores resultados (hasta un 1.000 por ciento de ampliación sin perder nitidez) es “Genuine Fractals” que, en lugar de analizar puntos próximos, analiza la complejidad de la imagen y, además, a partir de probabilidades, introduce la posibilidad de usar texturas preestablecidas.

Otra característica de la percepción de la realidad es la subjetividad, que introduce un nuevo componente caótico. Un músico, por ejemplo, sabe que cuando interpreta con sistemas informáticos debe introducir aleatoriamente imperfecciones para evitar que la música suene irreal y desagradable. En el caso de la reproducción de imágenes en papel, llama la atención la alta calidad que logran las impresoras de chorro de tinta con fotografías de baja resolución. Mientras que una máquina offset necesita de 300 puntos por pulgada, una impresora de chorro de tinta nos ofrece una calidad similar con sólo 150. La causa es el sistema de inyección, que distribuye puntos de tinta de una forma aleatoria (caótica). Hoy, la impresión offset utiliza tramas estocásticas (de distribución de puntos que parece aleatoria pero que es el resultado de un algoritmo) para lograr una mayor sensación de realidad.

Por lo tanto, no sólo la realidad es caótica, sino que también lo es la forma en la que la percibimos.


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