"La izquierda no tiene ni puta idea del mundo", dijo Saramago
Murió Saramago. En un momento desconcertante y necesitado de sus alegorías y provocaciones. Para mi, Saramago es como un epílogo en la historia del arte cuyo último capítulo fue escrito, desde ámbitos e ideas diversas, por personas como Proust, Joyce, Beckett, Henry Miller, Mondrian, Pollok, Calder, Le Corbusier... Y en ese epílogo, junto a Saramago, otros artistas como Salman Rushdie, Milan Kundera, Kiefer o Oscar Niemeyer. Al borde del vacío, del caos de la oferta ilimitada, del triunfo de la “tolerancia represiva” (cito a Marcuse), de la estabilidad política del bienestar donde el arte, la cultura y los medios de comunicación están al servicio de una perpetuación del sistema enemiga de cualquier oposición y pensamiento crítico. Realmente crítico.
Por eso quiero utilizar una frase incendiaria de Saramago para iniciar una concatenación de ideas: “la izquierda no tiene ni puta idea del mundo”. Lo dijo en 2002 en una entrevista. Y años después, en 2008, lo recordó en su cuaderno como un ejercicio inútil de provocación en una entrada titulada “¿Dónde está la izquierda?” en la que también se refiere a la burla cancerígena de las hipotecas en los Estados Unidos. Merece la pena leer ambos documentos: “La izquierda no tiene ni puta idea del mundo” y “¿Dónde está la izquierda?”.
La ilusión de Saramago, tal vez, fue la de creer en la existencia de la izquierda, que pudiera reaccionar a su provocación, o al menos de una izquierda con capacidad de influencia, en este complejo mundo neoliberal en el que todo, hasta la crítica, está dirigido a su perpetuación. La ilusión de un hombre bueno. En una ocasión, un amigo, también bueno, retó a un tipo con pinta de macarra que estaba en una silla de ruedas en un after a que se levantara a pelear "si tenía huevos". Realmente creyó que la provocación serviría como terapia milagrosa. La anécdota es real y, viendo a sus amigos creí realmente que iban a matarnos. Pero el tío entendió las buenas intenciones.
Como es también ilusión la del que vive inmerso en el bello mundo de reclamos del centro comercial sin acertar a adivinar que esas sombras que se intuyen en el exterior son el mundo. En el español que se habla en Cuba, especular es sinónimo de presumir. Y es bueno que no olvidemos que la palabra tiene el mismo origen etimológico que espejo. Otro juego de luces e ilusión.
Hace unos días, Felipe González reapareció en la escena política de España. Con tono de chamán arremetió contra el “capitalismo de casino”, ese que se basa en la especulación y defendió desde esa complaciente superioridad las medidas emprendidas por Zapatero. Pocas horas después declaró que veía al presidente desmejorado, con ojeras, afectado físicamente por la situación. ¿Hay algo más especulativo que juzgar a una persona por su aspecto físico?. El ex-presidente jugó a la especulación y el valor de Zapatero bajó en el casino.
No nos conviene olvidar que Felipe González fue paradigma de la post-modernización de España (la "tolerancia represiva", el caos de la oferta ilimitada, la estabilidad política del bienestar, etc.) con ese objetivo de perpetuar el sistema.
Y aquí propongo otra lectura. La de la transcripción de una conferencia que el filósofo Cornelius Castoriadis pronunció en Buenos Aires en 1996. Hablaba de las consecuencias de la crisis del petróleo de los 70 y se refirió a 1978 como “el primer año que en los Estados Unidos se observan convenios colectivos en los que los sindicatos aceptan disminuciones de salarios, y a partir de ese momento se desencadena una gran ofensiva liberal, neoliberal, que continúa hasta hoy. Los nombres que podemos poner a esta ofensiva son la Señora Thatcher, en Inglaterra, el presidente Reagan, en Estados Unidos. Inmediatamente, muy rápidamente, eso se ha expandido y el neoliberalismo se convirtió en la nueva ortodoxia, económica. Desde el 83, los socialistas franceses se convirtieron al neoliberalismo, y lograron imponer - justamente porque eran "socialistas" - medidas que Giscard el conservador no hubiera podido imponer. Lo mismo pasó en España con Felipe González, luego con la socialdemocracia escandinava, de tal modo que actualmente el dogma neoliberal se ha convertido en todas partes en una verdad revelada. Nadie se atreve a decir que es absolutamente falso, del mismo modo que en el siglo XIII nadie se hubiera atrevido a sostener que la Virgen no era virgen”. (Revista Zona Erógena Nº 29. Transcripción completa de la conferencia).
Toda una respuesta para la pregunta de Saramago sobre el paradero de la izquierda. Y toda una lección histórica para la masa crítica que se enfrenta a las reformas anunciadas por la mayoría de los Gobiernos occidentales. Entonces, como ahora, todo empezó con un periodo de alza en los precios del petróleo. Se creó una crisis que acabó siendo utilizada para perpetuar el sistema. O mejor aún, para perfeccionarlo al crear una clase trabajadora capaz de entender una disminución de los salarios, renuncias a sus derechos y a las conquistas sociales como un servicio positivo a esa perpetuación.
Para el capitalismo neoliberal, el estado del bienestar fue un mal menor necesario, una concesión maquiavélica a la socialdemocracia. Hoy, los capitales están tan concentrados que ya no es necesaria la participación del pueblo para su desarrollo y multiplicación en esa ruleta trucada. Probablemente, como decía el diario Público este domingo, lo que pretenden es, directamente, cargarse el estado del bienestar.
Tanto Saramago como Castodiaris han defendido la vigencia del pensamiento de Marx. El abandono de ese pensamiento ha sido la renuncia de la izquierda para perpetuar el sistema. Una izquierda que no se ha dado cuenta de que esa renuncia la ha sumido en una crisis de identidad, de sentido, que ha provocado su práctica desaparición. ¿Que donde esta la izquierda?. En el vientre voraz del sistema que la ha engullido. ¿Por qué? Porque no tiene ni puta idea del mundo. Saramago era un sabio.
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