¡Esta vez no pasarán ! Tenemos derecho a protestar sin que nos amenacen con otra guerra civil

El otro día estuve en la manifestación de Madrid en recuerdo de las víctimas del franquismo. Con bastantes años más, me uní a la multitud en la calle Alcalá, más o menos en el lugar desde donde, en los años 80, vi al cojo Manteca romper el reloj que había frente a la entrada del Banco de España. En aquella ocasión corríamos delante de policías montados que, de repente, bajaron del caballo y, rodilla en tierra empezaron a disparar pelotas de goma. Ahora siempre nos reímos al recordar que mi amigo Pedro, aterrado, me gritó: “¡Alberto, nos están disparando!”. Éramos muy jóvenes y creyó realmente que estábamos en riesgo inminente de morir de un balazo. Yo ya me conocía un poco el “protocolo” porque había vivido las manifestaciones del naval y de los “pases pro bus” de un Vigo hiperactivo. Aún así, escapamos por una callejuela y nos escondimos en un portal. Sonaban explosiones y olía a pólvora. Un helicóptero volaba sobre nosotros, muy bajito, pero no podíamos oírlo.

El sábado, la marcha transcurría en silencio. Tímidamente, algunos intentaban propagar algunas consignas, que apenas prendían unos segundos: ¡Esperanza dimisión!, ¡no a la impunidad!. Eran gritos tímidos, ahogados por la sordina de evitar herir susceptibilidades y un civismo un tanto borreguil. Fue, a mi entender, una manifestación condicionada por la más patética de las censuras: la autocensura. Intenté gritar un par de veces: ¡No pasarán!, pero nadie me siguió. Allí, en el centro de Madrid, con una manifestación de Falange a apenas unos metros, me pareció que la evocación al 39 podría resultar paradógicamente vigente. Pero, en silencio, comenzaron los discursos, que se interrumpieron por la protesta general cuando un helicóptero que volaba muy alto molestó con el ruido de los motores.

Al día siguiente, la prensa conservadora nos llamó “guerracivilistas”. Dolores de Cospedal dijo que los asistentes a la marcha poníamos en riesgo la democracia. Sí que es paradógico. Ésto si es el resultado de la amnesia histórica. Lo que conocemos como Guerra Civil fue una agresión de una parte de la derecha a un régimen legalmente establecido, que se impuso por el apoyo de los que tenían las armas: los militares. La derecha española nunca se modernizará mientras no reconozca este hecho innegable.

La derecha, la iglesia y los militares tienen un concepto del orden condicionado por una moral y una doctrina que afectan a las actitudes y convicciones personales, pero que no tienen que ver con la convivencia, con la cosa pública, con la política. Quieren ser guardianes de nuestras conciencias y se niegan a delegar la función de jueces de nuestros comportamientos. Siempre ha sido igual. Si no estás de acuerdo con el divorcio, no tienes que protestar contra la ley del divorcio. Simplemente, no tienes que divorciarte. Si no estás de acuerdo con el aborto, no tienes que protestar contra la ley del aborto. Simplemente, no tienes que abortar. Estas convicciones personales afectan a las conciencias particulares, y no a la convivencia con los demás. En esos casos la derecha sí salió a la calle para presionar a la democracia sobre leyes adoptadas democráticamente por el Parlamento. Eso sí puede ser un atentado contra la democracia.

El sábado, muchas personas portaban fotografías de personas que murieron durante la represión franquista y cuyos cuerpos nunca han aparecido. Nada que ver con actitudes y convicciones personales y mucho que ver con el reconocimiento de una injusticia y un delito, con la convivencia, con la cosa pública, con la política. La muerte violenta, en este caso, además, amparada por el Estado, la represión, la censura, no afectan solamente a actitudes y convicciones personales, sino que afectan sobre todo al que muere y a su familia y amigos y a todos los que podrían morir, a sus familias y amigos. Para evitarlo existen las normas de convivencia, plasmadas en las leyes nacionales e internacionales, sobre las que todos, y no sólo los jueces, tenemos una responsabilidad de mantenerlas y defenderlas. Contra la injusticia, contra la agresión y contra el delito es legítimo protestar.

Es legítima la confrontación. La confrontación por los derechos de los trabajadores es legítima; la confrontación por los derechos de las mujeres es legítima; la confrontación por los derechos de los pueblos es legítima; la confrontación por los derechos humanos es legítima; la confrontación contra la guerra es legítima.

En cambio, la amnesia histórica trata de convencernos de que fue la confrontación la que originó la guerra en el 36. Eso que hoy llamamos guerra porque los agresores  se impusieron por las armas (si no la llamaríamos el golpe de estado del 18J del 36) la provocaron los que se oponían a la confrontación, que no es más que poner una idea frente a otra idea. Por eso el resultado de la “victoria” fue el pensamiento único. Y por eso las palabras de Cospedal solamente pueden ser interpretadas como una amenaza: “Si seguís portándoos mal, tendremos que volver a hacerlo”. Porque realmente creen ser guardianes de nuestras conciencias y  jueces de nuestros comportamientos.

Por eso es importante gritar alto y claro que “!esta vez no pasarán!”.

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