Redes y boca a oreja. 1+1+1 es más que 3x1. El caso de la manifestación contra la fusión de las cajas en Vigo.

La física y las matemáticas nos tienen últimamente desorientados a los que aprendimos a sumar con las regletas de colores de Cuisenaire. La mecánica cuántica, la teoría de los juegos, o la teoría de los grafos son materias que a los profanos nos asustan con sólo oírlas nombrar.
Llevo algún tiempo tratando de saber cómo funcionan los flujos de información en un entorno con forma de red. En realidad, esa es la forma real de las relaciones sociales. Los que saben del asunto, aplican aquí la teoría de los grafos y sus algoritmos.
Nos relacionamos con enlaces fuertes con nuestro entorno más cercano, formamos grupos más o menos homogéneos (que los teóricos llaman clústers), y esos grupos se relacionan con otros a través de los enlaces débiles (de individuos que comparten más de un grupo). Es el asunto aquel de los “seis grados” y la confirmación de que “el mundo es un pañuelo”.
La comunicación social, tal y cómo nos la enseñaron, tiene forma de pirámide. Sobre todo la comunicación social en los medios de comunicación de masas. La eficacia en este esquema es medida en términos de multiplicación. El efecto multiplicador se encuentra cerca del vértice superior de la pirámide, en forma de mass media o de líderes de opinión, o de prescriptores. Evidentemente, el poder político, pero sobre todo el económico, se hicieron un hueco por encima, en el vértice mismo del sistema. Comprando o controlando los medios de comunicación y accediendo a los líderes de opinión y a los prescriptores a través de estrategias más o menos éticas de relaciones públicas.
Con frecuencia pienso que este funcionamiento de la comunicación social está tan implantado que los que tienen la necesidad y el poder de comunicar “desde arriba” llegan a pensar que la teoría funciona porque los que están en la base de la pirámide son gilipollas.
Pensé ésto el otro día, después de la manifestación que hubo en Vigo en contra de la fusión de las cajas de ahorros. No voy a entrar en valoraciones sobre el éxito o el fracaso de la convocatoria, porque es algo que no importa para lo que quiero decir. El caso es que había gente, un grupo significativo en relación con la población de la ciudad. Significativo desde el punto de vista del funcionamiento de las redes (un puñado de enfermos en Mexico bastó para contagiar a millones de personas de la gripe).
Cualquier persona de la ciudad ha podido recibir información sobre la manifestación de un familiar, de un amigo, de un compañero de estudios o de un compañero de trabajo. En realidad ha podido recibirla de muchos. La capacidad de influencia (o de prescripción) en estos enlaces sociales fuertes siempre va a estar por encima de la capacidad de influencia de un medio o de un líder de opinión, y no digamos de un político (cuyos intereses directos en el asunto son evidentes). Y esta reflexión no tiene nada que ver con la objetividad. Recuerdo a un escritor italiano que decía que un general del frente no es la mejor fuente de información sobre una batalla.
El despropósito empezó cuando el alcalde dijo que había 300.000 personas allí mismo, en plena concentración. Cualquiera, haciendo cuentas de las personas del entorno más cercano que no asistieron y mediante una burda lógica estadística sabía que mentía. Y, al día siguiente, el absurdo se multiplicó al resto de los políticos y medios de comunicación. El PP y el BNG hablaron de fracaso en la convocatoria y la prensa respondió en función de sus intereses (geográficos en este caso). Y mientras, la información, la de verdad (que no necesariamente la verdadera, como dije antes), fluía por otros cauces: los del boca a oreja. La información que prevaleció fue la de que había mucha gente.
Creo que cada vez más, la comunicación es cosa de individuos y que las fórmulas más eficaces para la transmisión de información van a ser las basadas en ese “boca a oreja” y en las redes. La información eficaz tendrá que contentar, en primer lugar al individuo, que es a la vez receptor y medio. Cualquier intento de engaño, o de manipulación, o de falta de ética será castigado con el silencio o con la antipatía. La creatividad, la honestidad y la empatía serán premiados con la difusión.
Y el asunto no solo tiene que ver con la comunicación, sino también con la propia organización de las sociedades, como reflejan los conceptos de plurarquía o netocracia. Pero, de eso, ya hablaremos.

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